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Gratis Bücher Yo soy el hijo del cartel de Cali

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Yo soy el hijo del cartel de Cali

Über den Autor und weitere Mitwirkende

WILLIAM RODRIGUEZ ABADIA: Tras cuatro años de vivir en la clandestinidad y luego cumplir pena de cárcel, el autor pone en riesgo su seguridad y la de su familia para describir en este testimonio revelador, los entresijos del funcionamiento del cartel, la compra de conciencias y la penetración de la organización criminal en las más altas esferas de la vida política, económica y social de Colombia.

Leseprobe. Abdruck erfolgt mit freundlicher Genehmigung der Rechteinhaber. Alle Rechte vorbehalten.

—¡Lo mataron! ¡Lo mataron!Cuando escuché la voz de mi tía sentí alegría. “Estoy bien”, pensé. Mi tía había salido corriendo a llamar por teléfono. Aunque estaba herido y sabía que me estaba muriendo, me sentí tranquilo. Era una especie de trance producto del desangramiento. Mientras mi vida se iba, una voz interna me decía que me salvaría; escucharla me dio fuerzas para levantarme. Mi rodilla izquierda norespondió; la tenía fracturada. Me desplomé y, cuando estaba a punto de tocar el ensangrentado piso, en lo primero que pensé fue en mi hija. Le rogué a Dios que me salvara. “¡No es justo, Señor, mi hija sólo tiene dos añitos!”, exclamé. Entonces oí la voz de mi primo y sentí que, como un milagro, era una respuesta a mi clamor.—¡Está vivo, está vivo!Mi tía, con un rostro de angustia se acercó, me vio y me dijo: —¡Mijo! ¿Cómo está, mijo? ¡Está vivo gracias a Dios!Yo le dije: —¡Llamá a una ambulancia, llamá por favor a una ambulancia!De nuevo corrió al teléfono, marcó desesperadamente mientras yo trataba de darle una ojeada al dantesco espectáculo en el que se había convertido el restaurante. Sangre, muerte, dolor, miedo, angustia; elementos propiosdel infierno en el que estaba y del que, a partir de ese momento, quería salir.—¡Bájenme ya, que me voy a desangrar! —grité.—¡No, que lo rematan abajo! —me contestó uno de los meseros.No me importaba si me remataban: quería salvarme, quería hacer algo por mi vida.—¡Bájame! —le dije.El mesero lo dudó pero ante mi cara de enfado, no tuvo alternativa. Cuando ya estaba en el andén, mientras rogaba que apareciera una bendita ambulancia, llegó una moto con dos policías. De inmediato me invadió el temor de que los sicarios, para no fallar en el operativo, hubieran enviado a estos agentes para que me remataran. Era el modus operandi de estos grupos.—¡Venga, hermano… yo soy William Rodríguez Abadía, no se me quite de al lado! —le dije a uno de los policías que se bajó de la moto.El uniformado se tomó su tiempo, me miró, sonrió y me dijo: —¡Tranquilo, jefe, aquí me quedo!Nunca había sentido tanta tranquilidad. Siempre rodeado de escoltas, sicarios y gente dispuesta a todo por salvarme, ahora era un policía el que, aradójicamente, me daba tranquilidad, lo que me permitió recordar cómo había comenzado todo.Era viernes 24 de mayo de 1996, día que marcaría mi vida y con el que iniciaría un cambio que seguramente mi inconsciente anhelaba. Había nacido en el seno de una familia que lideraba mi tío, quien, según mi entender, era un próspero empresario. Durante muchos años ignoré los oficios a los que se dedicaba mi tío Gilberto, ayudado por mi padre Miguel, por lo que crecí pensando que la riquezaera algo normal; aunque ellos siempre nos inculcaron que para obtener las cosas había que ganárselas.Comencé a sospechar de la doble vida que llevaba mi padre hasta cuando me hice adolescente. Tanta ida y venida de escoltas y comentarios sueltos de la gente comenzaron a llenar mi mente de dudas, dudas que rápidamente fueron acalladas por argumentos inobjetables: “es mi familia”, “es mi papá”, “es mi tío”, “lo único que se tiene es la familia”. Pero el más fuerte y poderoso de todos los argumentos es el que brinda la comodidad del dinero. En mi caso —por situaciones de mi niñez que más adelante explicaré— hizo que mi conciencia se dejara comprar, en vez de seguir formulando preguntas, como era la costumbreen la familia Rodríguez Orejuela, liderada por mi tío que, consecuente con ese principio, cada vez que podía nos repetía: el dinero todo lo compra.Una vez que comprendí ese modo de pensar, me dediqué a vivir como hijo de potentado, tratando de no llamar la atención para poder seguir mi vida de estudiante y adolescente con ganas de comerse el mundo; aunque, obvio,con prerrogativas diferentes a las de mis compañeros.Siempre he sido un hombre cercano a Dios. Su luz me ha protegido en momentos difíciles, salvándome en varias ocasiones de las garras de la muerte. Por eso mi devoción es a un Cristo milagroso, que tiene su sede en Buga, una localidad cercana a Cali. Ese viernes me disponía a viajar a la basílica del Señor de Buga en compañía de mi amigo de infancia Óscar Echeverri.

Produktinformation

Taschenbuch: 192 Seiten

Verlag: Aguilar (15. Oktober 2014)

Sprache: Spanisch

ISBN-10: 9781622639014

ISBN-13: 978-1622639014

ASIN: 1622639014

Größe und/oder Gewicht:

15,2 x 1,2 x 22,8 cm

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